miércoles, 9 de abril de 2014





El Banco Mundial de Semillas de Svalbard podría ser confundido con un escenario de una película futurista de Stanley Kubrick. Sobresale en una ladera de una montaña en Svalbard, un remoto archipiélago noruego situado cerca del Polo Norte y en la oscuridad eterna del invierno del norte brilla con un azul pálido e inquietante.

Es durante esos fríos meses cuando los científicos deciden depositar su preciosa carga en la bóveda: las semillas de 825.000 plantas de cultivo y siguen sumando.

También llamada la "Bóveda del fin del mundo", la instalación está diseñada como salvaguardia contra la extinción de esas plantas, muchas de ellas esenciales para la alimentación.



En principio, estos cultivos podrían evitar la desaparición de la humanidad en caso de que sucediera una catástrofe global. Debido a las frías temperaturas en la montaña, las semillas podrían sobrevivir varias décadas sin electricidad en la bóveda.

Vienen de todo el mundo: Estados Unidos, Rusia, Corea del Norte y de otros confines, sin importar las fronteras políticas.

"Las semillas se llevan bien, no ha habido ninguna pelea todavía", bromea Cary Fowler, un agricultor que diseñó el banco de las semillas y actualmente es el responsable de su consejo asesor y asesor ejecutivo del Fondo Mundial para la Diversidad de Cultivos.

"Creo que sería difícil contar la historia de la humanidad sin hacer referencia a lo que hay en esa sala", continúa Fowler. "Estas variedades son supervivientes, son las que nuestros ancestros consideraron que valía la pena salvar".

EXTINCIÓN

Sin embargo, no todas las cosas que comemos han sido tan bien conservadas. Durante toda la historia, los alimentos han menguado y aumentado de popularidad y abundancia, y unos pocos incluso han desaparecido.

Comparado con los registros históricos, solo en Estados Unidos el 86% de las variedades de manzana que crecían han desaparecido, por ejemplo.

Las antiguas coliflores de Cornwell se han extinguido, igual que la pera de Ansault, cuyo sabor describían algunos expertos del siglo XIX como deliciosamente mantecoso.

¿Cómo comienza el camino hacia la extinción de un alimento delicioso? ¿Y qué se está haciendo para abordar el problema?

Tendemos a pensar que un tomate es un tomate, una zanahoria es una zanahoria, pero a lo largo de los años los granjeros han introducido nuevas réplicas genéticas de cosechas y de ganado.

El trigo utilizado hoy para hacer pan, por ejemplo, es diferente al trigo que se utilizaba hace 20 años en la misma receta.

Además, igual que los perros, puede haber muchas razas diferentes o de variedades en el caso de los cultivos de una sola especie.

Pero la producción masiva en la agricultura ha provocado la homogeneización de ciertos alimentos.

"La gente comenzó a usar sólo un par de variedades de lo que estuviera produciendo –carne, leche, huevos o fibra– para conseguir que animales del mismo tamaño pudieran caber en una cadena de producción en serie para su procesamiento y transporte y –lo que es más importante– hacerlos crecer lo más rápidamente posible", explica Ryan Walker, director de mercadeo y comunicaciones de la organización Livestock Conservancy (Conservación del Ganado) de EE.UU.

"La agricultura hoy es sobre todo un juego de números".

1 comentario:

  1. Me parece bien que exista un banco de semillas, pero lamentablemente estamos perdiendo la costumbre de comer alimentos totalmente naturales sin proceso químico.

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